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Ver en detalle las listasEl vampiro de la colonia Roma en particular y la obra de Zapata en general sacaron finalmente del clóset a la literatura homosexual, y la volvieron literatura plena. Fue el parteaguas, el momento en que se acabó con una literatura homosexual del gueto, detenida en la queja o la autocomplacencia enrarecidas, y se ganó la calle y la expresión seria y franca: cuando ya sin medias voces, referencias en clave o ... Ver más Ocultar El vampiro de la colonia Roma en particular y la obra de Zapata en general sacaron finalmente del clóset a la literatura homosexual, y la volvieron literatura plena. Fue el parteaguas, el momento en que se acabó con una literatura homosexual del gueto, detenida en la queja o la autocomplacencia enrarecidas, y se ganó la calle y la expresión seria y franca: cuando ya sin medias voces, referencias en clave o discreción atemorizada, los libros y los autores homosexuales pudieron ocupar el mismo sitio que los demás. José Joaquín Blanco, La Jornada, 1988. La miopía con la que El vampiro fue recibida al principio por las mentes pacatas de México ha cedido su sitio a por lo menos tres generaciones de lectores que supieron ver en esta novela el vigor de su lenguaje, su relevancia sociológica y su extraordinario sentido del humor. (...)) Ése es el carácter de la novela que el lector se dispone a disfrutar: una superficie textual resbaladiza, quizá un poquito demasiado llamativa, obscena por momentos, chistosa, pero sobre todo sabia, cachonda, flexible, desbordante de una sensibilidad intensa, alegre, y extrañamente acogedora. El vampiro de la colonia Roma en particular y la obra de Zapata en general sacaron finalmente del clóset a la literatura homosexual, y la volvieron literatura plena. Fue el parteaguas, el momento en que se acabó con una literatura homosexual del gueto, detenida en la queja o la autocomplacencia enrarecidas, y se ganó la calle y la expresión seria y franca: cuando ya sin medias voces, referencias en clave o discreción atemorizada, los libros y los autores homosexuales pudieron ocupar el mismo sitio que los demás. José Joaquín Blanco, La Jornada, 1988. La miopía con la que El vampiro fue recibida al principio por las mentes pacatas de México ha cedido su sitio a por lo menos tres generaciones de lectores que supieron ver en esta novela el vigor de su lenguaje, su relevancia sociológica y su extraordinario sentido del humor. (...)) Ése es el carácter de la novela que el lector se dispone a disfrutar: una superficie textual resbaladiza, quizá un poquito demasiado llamativa, obscena por momentos, chistosa, pero sobre todo sabia, cachonda, flexible, desbordante de una sensibilidad intensa, alegre, y extrañamente acogedora.
"un gran belleza de un libro"
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