«No podía matar al gato encima de la cama porque era una superficie blanda, al menos eso fue lo que me dije. Lo cogí de una forma absurda, por las patas traseras, como si fuera un saco de patatas o un conejo muerto. Pero estaba dormido, no muerto, así que se revolvió un poco, como en sueños. Lo tuve que coger mejor y por un momento pensé en abrazarlo fuerte hasta asfixiarlo y luego proceder con el martillo,