Un país mental es, para mí, un libro en tránsito. Supe de su existencia por un suplemento. Entonces viajaba en auto por la ruta 14 y me conmovieron tremendamente unos versos que citaba la reseña: Los campesinos cavan en un campo de ajo,/y la luz penetra en la tierra:/así es como los muertos obtienen la felicidad, del poeta Yang Jian. Pensé que cuando regresara a Buenos Aires lo primero que haría sería conseguirlo para leer el poema completo. Anduve en tránsito por varias librerías sin dar con él. Y una noche, yendo hacia un cumpleaños, pasé por la vereda de La Internacional, donde Francisco Garamona organizaba una feria de editoriales independientes. Llovía y la gente de Gog y Magog había levantado sus petates y se había marchado. Pero Francisco tenía el libro y me lo llevé. Anduvo todavía varios días en tránsito por la ciudad, pasajero silencioso en el asiento de atrás. Un día lo bajé y siguió transitando por la casa, desde la mesa del comedor a las pilas en los estantes de la biblioteca a la mesa de luz. Y allí quedó varado un tiempo, mientras otros libros se arrumbaban encima.