Es común la idea de que la globalización ha reducido las diferencias a meros matices: de unos países con respecto a otros y de las personas de un mismo ámbito entre sí. De lo que resulta que las normas y valores son generales y, dotados de los medios pertinentes, todos pueden llegar a todo. Medios y fines, obviamente, centrados en la individualidad absoluta de los protagonistas; las etnias, las tribus, ciertas formas de nacionalismo o la estructura de clases perviven ya por poco tiempo, pues son sólo obstáculos para el desarrollo del hombre. La vieja oposición ideológica y económica ha desaparecido: ahora es entre culturas, entre civilizaciones que son mutuamente irreductibles. El choque, en el ámbito exterior o en el de las oleadas migratorias, es irremediable. La trastienda de lo obvio pretende romper la objetividad paradójica de estos dos discursos demostrando que las divergencias y diferencias sociales continúan existiendo, y que las construcciones culturales lejos de unificarse generan constantemente nuevas propuestas diferenciales. Para ello se vale de un recorrido de distintas propuestas teóricas de la antropología y de otras disciplinas afines, de sus debates mutuos, de sus enfrentamientos y de sus coincidencias. La Antropología Social, que algunos hace tiempo enterraron junto a las sociedades primitivas y exóticas que la generaron, resulta ser un instrumento tan abierto, flexible e intensivo, que se nos hace imprescindible para entender la novedad de los mundos que vamos abriendo.