Ven conmigo en esta hora que no sé cómo se llama. Ya empieza nuestra cómplice a llegar con sus miles de ojos brillando. Déjate el pelo suelto, recorramos los caminos, que la noche nos cubrirá. Veamos la ciudad inundada de luces, de aparadores y calles despiertas. Nademos en algún río de gente, de la que cante y ría como lluvia. Caminemos sin rumbo como niños, riéndonos de cualquier historia. Perdámonos donde no hay dolor.