Siempre que sobrevolamos una cordillera pegamos la nariz a la ventanilla para no perdernos el fascinante espectáculo que ofrecen las montañas vistas desde el cielo. Pero desde ocho mil metros las cumbres aparecen chatas, aplastadas y sin estatura, y aunque nunca decepciona, el panorama sabe a poco. Darío Rodríguez sabía que para captar desde el aire la belleza insólita de Picos de Europa, no debía volar sobr