Después de nueve años sin publicar un libro, el gran cuentista rosarino va y viene entre Rosario y Buenos Aires, tomando nota mental para después escribir. El viaje relativamente breve, pero repetido, le permite concentrarse sólo en el interior del vehículo. Allí despliega diálogos, cosas que se ven por la ventanilla, catástrofes silenciosas, gente sentada al otro lado del pasillo, o medita, se ríe, filosofa y poetiza. Ni novela, ni crónica de viaje, ni crónica de viaje, ni diario íntimo, este libro insólito rescata y pone otra vez en circulación un estilo personal que hasta ahora había que rastrear en revistas o antologías.'