Felipe Posada Obregón asumió el riesgo de cultivar su poesía por casi tres décadas antes de decidirse a ofrecerles a otros -lectores o desprevenidos- la cosecha que usted tiene en sus manos. Las consecuencias de esa decisión irradian desde la esencia de sus versos con una luz en ocasiones cálida y en ocasiones enceguecedora. Al mismo tiempo, envuelven sus poemas como una tupida manta.