El estudio de la armonía humana no es ajeno a algunos cultores de la literatura y es por ello que óptimos autores han transitado por los caminos masónicos en pos de otras cumbres en las que vislumbran la palabra que anhelan encontrar. En sus cantos la susurran dulcemente y los que saben oír perciben su eco como una revelación fugaz que tratan de asir. La literatura y las artes ofrecen a los masones la posibilidad de crear y de enfrentarse al mundo profano de modo que individuos avanzados intuyan las verdades ocultas que un maestro artista pueda mostrar sin alterar el sigilo debido. Los grandes instructores de la humanidad han estado siempre al acecho de mentes abiertas que se impregnen de un conocimiento que posibilite su evolución en aras del bien de la humanidad. Mas las enseñanzas también vienen de lo común, de las fuentes más inesperadas. Una mente libre se abre hacia la consecución de un orden de ideas propicias al sendero escogido. Lo que es innegable es que la literatura, sobre todo la narrativa, ha contribuido enormemente a expandir lo secreto. A aumentar el anhelo de conocer más sobre la orden de Hiram. Aunque algunos autores ajenos a la institución han sido negativos y hasta mordaces con la masonería, otros, por el contrario, despiertan el interés del público por saber cómo se mueven las sociedades secretas. En efecto, la masonería posee un aura que atrae. Y su magia consiste en “mostrar” otra realidad. ¡Cuántas veces lo oculto nos llama con su halo magnético!