Las heridas emocionales de la infancia obedecen a un orden transgeneracional, es decir que, están encriptadas en nuestro árbol genealógico. En realidad todo drama que se vive en el ambiente familiar obedece a un programa previamente codificado en el Arquetipo familiar, de modo que, cada miembro vivo de la familia va a desempeñar un rol determinado, tal como hacen los actores de una película. No somos conscientes de ello porque toda esta trama se lleva a cabo desde el inconsciente, que en este caso, hace de director de la película. Como toda trama requiere de un escenario, el entorno en el que se desenvuelve el drama de nuestra vida, va a ser ese escenario; de ahí la importancia del entorno, que no es solamente lo que nos rodea, sino también el lugar geográfico, el clima y la interacción de éste con todo y todos los que nos rodean. Es ese entorno el que contribuye en gran medida a que ese Arquetipo se despliegue y se manifieste a través de la conducta individual. Toda nuestra vida afectiva está dirigida hacia algo o hacia alguien externo a nosotros, y es la cultura la que nos enseña a percibir la realidad, de esta manera el ser espiritual que somos, queda anulado al ser suplantado por un impostor llamado razón, que siempre nos comanda y nos dice lo que tenemos que hacer, cómo tenemos que actuar ante cada situación, etc. La importancia de este libro radica en las pautas que ofrece para propiciar el autoconocimiento y el encuentro con nuestro verdadero SER.