María Blanchard llegaría a ser una de las grandes figuras de la vanguardia. Vivió la pintura con todas sus fuerzas, incertidumbres y convicciones, y con muy pocas satisfacciones. Nació en 1881, el mismo año que Picasso, Gargallo o Vázquez Díaz, por lo que perteneció a una generación de artistas cuyo reconocimiento nunca fue parejo con el suyo. Aunque la sombra de Picasso era muy poderosa y pocos lograban sustraerse a su influencia, María no se movió en el círculo de la “bande à Picasso”, del que probablemente ella misma quisiera mantenerse a distancia. La historiografía artística española se ha cebado durante años en una construcción de la figura de María Blanchard cifrada en su deformidad, su forma de vestir, reír, hablar, etc. Así, Blanchard ha sido pasto de una visión sesgada que, reduciendo el estudio de su obra pictórica a unos pocos tópicos, se ha centrado en buscar una justificación biográfica a su estilo.