La peor emergencia sanitaria en cien años fue la trama de buena parte de las Clasificatorias Sudamericanas para el Mundial de Qatar 2022. Como si programar un campeonato del mundo en el mes de noviembre no fuera anómalo (suele jugarse entre mayo y junio), el bicho mutado de los murciélagos chinos obligó a ver: entrenadores con mascarillas, tribunas vacías, cinco cambios como en los amistosos, entre otras restricciones a la habitualidad. De no ser por los millones de espectadores televisivos, los juegos de estas clasificatorias no hubieran sido más que partidos de entrenamiento, con sus consabidos gritos e insultos limpios de dirigentes, entrenadores, ayudantes y futbolistas. Las siguientes páginas recorren en forma superficial el proceso deportivo y cultural de las Clasificatorias a Qatar, con su antes, durante y… bueno, el después no. El futuro se escribirá a partir de noviembre de 2022, con las cuatro selecciones bendecidas, un calor que te mueres, jugando en estadios que costaron varias vidas, en un país con derechos sociales restringidos pero lujoso y caro, y una pelota que se manchará a cada rato. Y no solo con arena del desierto. El fútbol ya no es lo que era, pero es lo que hay. Y al mal tiempo, cara de tonto.