Ethan creía estar habituado al desorden hasta que conoció a Madi. ¿Cómo era posible que un perro tan pequeño provocara tanto caos? Para Ethan, la solución era muy fácil. Pagar a Harriet para que compartiera su apartamento de Nueva York y cuidara las veinticuatro horas del animal. Pero lo que le hacía sentir Harriet no tenía nada de fácil.
"Lo digo con pena, porque soy entusiasta de la obra del padre Jesús. A mi juicio, esta es la menos buena de sus novelas."