La abogacía y la justicia integran una ecuación, un todo invisible, y orgánico. Los jueces y los abogados, obedecen a una necesidad social. Contra ellos no basta el anatema. Cuando se habla de la problemática judicial y profesional, sin prejuicios, y con un deseo de análisis eficaz, las nociones se vuelven como siempre, más simples, y los reproches más fáciles de localizar.