El límite que impone la orilla es nuestra primera inocencia como sujetos de una edad prolongada, que va tomando nombres prestados a la omnipotente mater societas. Esta primera identidad poética, por quererse trascendente, corresponde a la juventud, donde nos caracterizan por permanecer en nuestro lado, en nuestra orilla. La visión del otro es la mirada del frente; la imagen mezclada de nuestro propio reflejo