Este trabajo muestra un gran número de beneficios económicos de la transparencia pública, beneficios más sencillos de cuantificar, aunque no por ello más importantes, que los éticos, sociales, políticos, institucionales e, incluso, medioambientales de un sistema transparente. Se emplea esta división a efectos de exposición aunque la realidad no esté tan compartimentada: todos sus beneficios se encuentran interrelacionados entre sí. La conclusión, demostrada desde diferentes perspectivas, es que España sólo podrá situarse entre los países más desarrollados si abandona su tradicional hermetismo endémico y crónico e incorpora la transparencia pública real a los principios rectores fundamentales de sus políticas públicas, las cuales son la razón de ser de un Estado moderno.