Pero precisamente porque la política no es lo social y debe lidiar con esto y enfrentarse a un mundo con amplias esferas de desigualdad, iniquidad y miseria, termina por vaciarse de sentido y perder legitimidad. Ciertamente, se podrá argumentar que el esfuerzo de Arendt está dedicado a clarificar las categorías y depurarlas de sus confusiones y marañas histórico-conceptuales, pero un pensador de lo político no puede hacerse cargo de las consecuencias de sus propios esfuerzos semánticos y epistemológicos -y Arendt, no hay que olvidarlo, se autopercibía como teórica de la política y como una cabeza bicéfala, pues mantenía un ojo a las altas esferas del pensamiento y el otro a la "mundanidad" del mundo (para usar la expresión de Heidegger).