Roberto R. Aramayo nos brinda la crónica de un fracaso sentimental: el del idilio entre la crítica y lo político soñado por Platón. Convertir a los filósofos en reyes representaba una panacea en orden a conjurar las corrupciones que parecen inherentes al poder. Pero ya Maquiavelo habría de refutar como una quimera ese ensueño platónico.