La Obra

ADRIANA LESTIDO · CLAVE INTELECTUAL

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Reseña del libro

Vi la casa después de ver las fotos de Lestido. Fui a verla por las fotos, por algo que había creído oír en las fotos.Hay casas que hablan y esa casa hablaba en las fotos de Adriana. Por eso fui. Quería, por supuesto, ver los Berni, los Distéfano, las enormes piezas de Kiefer, la esfera de Mona Hatourn, el hongo atómico de León Ferrari, el mural de Siquier. Pero también quería saber qué decía la casa ya concluido su rescate, con lo viejo rejuvenecido y lo nuevo perfectamente integrado y en funcionamiento. Llegué a la ciudad con fiebre y venía de recorrer con fiebre la casa, salón por salón, cuando crucé la calle para ver la fachada desde la vereda de enfrente. Me quedaban unos minutos antes de enfilar hacia Retiro y desplomarme en el micro que me traería de vuelta a Gesell. Los colectivos pasaban bramando a centímetros de mi cara por Paraguay, pero yo necesitaba ese último semblanteo con la casa antes de irme. En eso estaba, preguntándome cuántas veces habría pasado a lo largo de los años delante de esa fachada sin registrarla, aturdido por el estruendo de la calle y la gente que me esquivaba por la vereda, cuando se materializó a mi lado un hombre anónimo, invisible, que me dijo, mirando él también hacia la fachada de la vereda de enfrente: 'Yo viví ahí. Yo era esa casa. ¿Usted viene de adentro? ¿Usted me oyó?'.Sí, le dije sin siquiera pensarlo ni mirar en su dirección.Eso le bastó. Eso o el aspecto que me daba la fiebre. Porque se limitó a murmurar: 'Sí, esa voz era yo'. Y desapareció tal como había aparecido, entre el estruendo callejero y la marea peatonal. Corno le dijo Kafka al padre de Max Brod cuando al pasar a su lado lo despertó sin querer de la siesta: 'Por favor, considéreme un sueño'.

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