La búsqueda del modelo de sociedad que nos identifique e integre como nación – nuestro particular contrato social – se puede ver como una larga cadena de frustraciones cuyo primer eslabón se forjó en los fuegos mismos de la primera guerra civil de la naciente república granadina, entre centralistas y federalistas, periodo que conocemos como la Patria Boba. Esta historia republicana, signada por afanes personalistas y luchas entre caudillos, produjo en el siglo XIX nada menos que nueve guerras civiles, catorce guerras regionales, diez constituciones generales y cinco provinciales. Con cada guerra asomaba una nueva constitución –cada conflicto buscaba acreditar su propio contrato social-, cuyo desconocimiento propiciaba la siguente fase de hostilidades y asó de manera continua hasta el final del siglo con el estadillo de la Guerra de los Mil Días, la más sangrienta de todas nuestras guerras civiles.