Benjamín Castaño es un cómico de escenario, aunque mucha gracia no tiene. Él persevera en el oficio porque no le queda otra: su vida laboral es tirando a penosa y su situación financiera poco menos que trágica. En lo sentimental tiene un historial lamentable y la única amistad que cultiva, por decirlo de alguna manera, es con un cobrador del frac que le sigue a todas partes. Para Benjamín Castaño pintan bastos. Y por si fuera poco, una asfixiante ola de calor está asolando Europa. La deuda es obra del gallego Martín Romero, conocido por el lector español -y francés- gracias a sus dos álbumes anteriores: Las fabulosas crónicas del ratón taciturno y Episodios lunares. Ya en aquellos títulos quedaba probado su talento para evocar emociones intensas y poco frecuentes. Una especie de saudade mecía sus narraciones y página a página era capaz de ir generando estados de ánimo relacionados con la melancolía y el desencanto. Ese perfume sigue estando presente en la La deuda, que, pese al drama y el patetismo que acucian a su protagonista, no deja de ser una historia tangente con la comedia. Psicológica. Mordaz. Pero también atmosférica e intrigante.