El juego es una práctica social y cultural. Se trata de una actividad tan ligada a la infancia, que parece ser la forma de vida del niño y, sin embargo, nuestro actual sistema educativo ha relegado progresivamente los espacios de juego al periodo del recreo o como mecanismo de premio y/o castigo. La investigación actual muestra cómo el juego es a la vez una actividad en la cual niños y niñas se sienten libres de explorar sin las presiones que la situación formal de aprendizaje le impone tradicionalmente, resultando un soporte cognitivo necesario para desarrollar procesos mentales de orden superior.