La política exterior representa un desafío crítico para la integración europea; se trata de una tarea extremadamente compleja que implica el esfuerzo enorme de encontrar un equilibrio satisfactorio que tiene que ser cuidadoso con los límites de la soberanía nacional e involucrar los intereses y preferencias políticas, a veces tan distintas y competitivas, de 28 Estados1 con importantes diferencias sociales económicas y culturales. Sin embargo, hay varias razones por las que Europa, como bloque, debería involucrarse más seriamente en los asuntos del escenario global. La política internacional está experimentando cambios tectónicos: la reconfiguración del poder económico mundial, la aparición de nuevos desafíos globales multidimensionales y el surgimiento de actores estatales no occidentales con una ambiciosa agenda de política exterior; suponen serios retos para los países de Europa, los cuales sólo podrán ser enfrentados desde la acción conjunta y ordenada.