Nos hallamos en un período histórico dónde se intensifica la renovación de las diferencias sociales, culturales, tecnológicas. Esas diferencias nos acosan e interpelan, en tanto personas preocupadas por la educación debemos atenernos a esa renovación. Nuestra sensibilidad, de hombres y mujeres adultos, conformada en un tiempo de lógicas secuenciales, de ordenamientos precisos del tiempo y el espacio, no resultan herramientas suficientes para interpretar la realidad contemporánea pues educar en la transformación de la diferencia nos obliga a indagar sobre el modo en que esa transformación nos hace diferentes al que hemos sido hasta hace poco tiempo. Esa búsqueda de la diferencia en nosotros mismos es una tarea trabajosa, pues concita las mayores resistencias en tanto requiere de un análisis sobre la manera en que las transformaciones de la realidad opera sobre nosotros, nos renuevan de acuerdo a cómo podamos fluir con los procesos que presentan esas diferencias. De qué diferencia hablamos? De las divergentes formas de producción de subjetividad de la infancia y adolescencia en relación a la tecnología veloz y agresiva, pero también a las múltiples identidades que se hacen visible.