Nadie podría negar que el término 'universidad' sufra de una crisis semántica, lo que no reduce la problemática que abordaremos a una simple cuestión del lenguaje. Si recurrimos a su significado histórico, como a lo que motivó su existencia en el pasado, vemos que nuestras universidades poco tienen que ver con los ideales que antaño les dieron vida. Pero el problema trasciende cuando nos percatamos de nuestra continua incapacidad para dar sentido a la educación superior y alcanzar los fines que de ella se esperan. Los egresados de nuestras universidades día con día confirman el peor de los pronósticos: la educación superior padece un proceso, aparentemente irreversible, de vaciamiento. Algo está fallando y resulta necesario cambiar de paradigmas y de horizontes. Hace falta, dice Edgar Morin, una reforma del pensamiento y una reforma de la enseñanza: una nos lleva a la otra, y viceversa.