Podemos decir que la expresión «abrazo del oso» explica de forma muy clara lo que se consigue con la sobreprotección de los niños. En esa expresión se unen dos ideas contrapuestas. Por un lado, mostrar cariño y protección a través de lo que significa un abrazo, y por otro, se hace daño. Queriendo o sin querer, por su fuerza y enormes garras, si un oso abrazara a un niño sería dañino. Pues bien, hiperproteger a nuestros hijos e hijas en una especie de abrazo permanente para aislarles de riesgos y peligros, queriendo mostrar el máximo cariño y amor hacia ellos, tiene unas consecuencias negativas inmediatas y también futuras. Evitar que los niños y niñas experimenten ciertas experiencias de la vida, aunque sean negativas, no les ayuda a su correcto desarrollo. Por eso, en esta guía se da respuesta de forma muy breve a algunas de las cuestiones que giran en torno a la sobreprotección y cómo evitarla. Aporta estrategias que permiten sustituir el abrazo permanente por otras más edificantes, como brindarles la oportuna protección pero, al mismo tiempo, animándoles a salir del nido, a que extiendan sus alas, se caigan, remonten el vuelo y aprendan a volar, como enseñan las aves a volar a sus polluelos.