Pessoa, ya desde el prólogo del 'libro del desasosiego', presenta a soares como un aparte, un ajeno desdeñoso y ensoberbecido, frágil; un ermitaño en su laberinto de la baixa, absorbido por su obra y pena existencial. No sin cierto narcisismo del dolor - muy literaturizado en determinadas circunstancias´. Padece un malestar del que desea huir, pero alimentado en una espiral patológica, pues es el fermento de su escritura o razón vital y cuando está bien -confiesa-, no escribe.