Hallar y decir el amor que contiene una veta de mármol; realizar un selfie que, en un solo relámpago, ilumina el rostro propio y el de los amigos sobre el horizonte de Grecia; hilvanar el instante posmoderno a un fondo de milenios; hacer de una boca sedienta un ser para la belleza; guardar silencio sobre algunas cosas: eso es Feliz solo en la ruinas, un libro de reminiscencias clásicas donde se funden equilibradamente una bien asimilada tradición lírica europea y la búsqueda de nuevos horizontes personales. Con un lenguaje pulcro, conciso, casi tallado a cincel, se construye un poemario sólido cuyas resonancias siguen vibrando después de su lectura.