A veces oscuros sin ser herméticos, a veces claros y sencillos sin ser banales, ciertos textos nacen de un silencio inquietante, de un vacío genético, de una revelación fulgurante, de un cruce de caminos donde crece un árbol con el tronco torcido y en una rama-estrofa reposa su vuelo un pájaro agonizante. En esos instantes de vida donde todo parece bascular, un sentimiento eleva más allá de la lógica racional, y la significación intelectual de la palabra, para convertirla en materia prima por su valor expresivo. Entonces una palabra es un ladrillo que construye mundos, y otra palabra es un golpe de martillo que derriba muros; palabra claves que abren puentes hacia lo desconocido, palabras que fusionan y forman el cristal de una lupa que permite mirar lo esencial.