Miranda Seymour afronta en este libro uno de sus mayores retos como biógrafa: trazar la figura de un padre muy poco común y explorar, de paso, los rincones más secretos de su propia familia. ¿Es posible que alguien ame una casa como si fuera una persona? ¿Qué la ame tanto como para someterle no sólo su destino individual, sino también el de otros?