De cada uno de estos cien fragmentos nos llega una voz distinta que se agrega a las otras sin sumarse: un río, sí, pero imposible. Ruidos, rótulos, sucesos, rachas de habla, tropiezos del sentido. En ocasiones, incluso, poemas, ¿cómo distinguirlos de todo lo demás? Hay, sin embargo, una sorpresa: la evidencia de una nueva cotidianidad de la poesía, la práctica de una lírica crítica, lúcida y gozosa, que mientras juega busca el aire fresco de un caos distinto.