No habia en toda la aldea de Trimonte ni en las de los contornos una niña tan rara como la de Zenon en alfarero. Habia venido al mundo cuando sus padres, ya algo entrados en edad, estaban hartos de visitar a curanderos, de hacer rogativas y de llevarle exvotos de cera a San Onofre y a la Virgen del Cucurucho para que les concedieran el consuelo de no morirse sin tener descendencia