Meses antes del ascenso de Javier Milei a la presidencia, Juan Luis González se propuso indagar y aclarar sus orígenes y éxito político. Descubrió a un personaje excéntrico que habla con su perro muerto y que bajo la supuesta ruptura con la vieja política personifica sus peores rasgos: miembro de un partido que vende sus cargos al postor, que se relaciona con hinchas violentos y que recibe ayudas del peronismo que dice combatir.