Los términos filosóficos poseen dos particularidades que resulta ineludible afrontar tanto al escribir un Diccionario de Filosofía como al leerlo. La primera de ellas es que cada concepto filosófico como si tratara de una obra de arte- remite necesariamente a la firma de un autor. La misma palabra puede llegar a significar algo sumamente diferente -incluso opuesto- al pasar de un filósofo a otro. En un diccionario de términos filosóficos, se hace imprescindible señalar los distintos sentidos asignados a ellos por diversos filosóficos. La segunda particularidad es que cada concepto está tan íntimamente enlazado con otros que para comprender el significado de uno usualmente hay que contar, al menos con una mínima noción de un entramado de ellos. En algunos casos, esas conexiones se dan entre diferentes conceptos de un mismo autor, que forman una suerte de constelación propia en la que se encuentra el núcleo de sus aportes filosóficos. En otros casos, ese vinculo se produce entre el sentido que un autor le impone a un término y el que otros le han asignado.