Fabulando sobre la fábula de nuestros orígenes, Mark Twain recrea el primer asombro de dos seres en su encuentro aún desprovisto de palabras, teñido por la emoción del descubrimiento virginal de todo lo existente. Un anEdicoálisis sencillo y profundo de lo esencial de la naturaleza humana, dividida aparentemente en dos mitades condenadas a reunirse. «Quizá debería tener en cuenta que es muy joven… Es todo interés, ansia, vivacidad; para ella el mundo es encanto, milagro, misterio, alegría… Si pudiera tranquilizarse y permanecer callada al menos unos minutos, constituiría un espectáculo apaciguador». (Adán) «Me parece que la criatura está más interesada en descansar que en ninguna otra cosa. A mí me cansaría descansar tanto. Ya me cansa estar sentada observándole en el árbol. Me pregunto para qué sirve: nunca le veo hacer nada». (Eva)