Ismael Rivera, con pluma firme y precisa, se adentra en las oscuras cavernas del castigo y la represión, explorando la soledad del encierro y la profunda herida que la incertidumbre va horadando en el temple y la dignidad de los cautivos. ¿Cómo describir el silencio en la noche sin hacer ruido? Se pregunta el autor, en un tono que resuena a los horrores vivenciados por un joven Aristóteles España en la Isla Dawson y que pesan como un eco interminable en nuestras conciencias y en el cruento legado de la violenta historia de este país extremo, abandonado y remoto. Verso a verso, con la insistencia de las olas que azotan la isla misma y el encierro, el texto se configura como un necesario homenaje y como un bastión de resistencia, convocando la memoria de estos sitios olvidados de reclusión y castigo, y de quienes tuvieron la mala fortuna de pasar por ellos.