Hay palabras tan cargadas de valores positivos que en realidad parecen más que palabras. Entre ellas están ciudadanía ciudadana, ciudadano tanto como medio ambiente o ecología. Sin duda, su carácter positivo, movilizador, normativo, subyace a las llamadas a actuar con responsabilidad ambiental, a ser ciudadanos ecológicos, y dar pasos adelante para hacer frente a uno de los retos más acuciantes de nuestro tiempo, la crisis ecológica y climática. Sin embargo, el cruce de ciudadanía y ecología genera grandes dilemas, que, desafortunadamente, solemos pasar por alto. Con tal de esclarecer la cuestión, conviene distinguir, de un lado, entre los distintos tipos posibles de ciudadanía ecología, ciudadano de la Tierra, ciudadano sostenible y ciudadano Kioto; y, por otro lado, cabe identificar su antítesis sobreconsumidora y productivista, el ciudadano industrial. Pero más aún, hay que ir a las raíces del concepto de ciudadanía para rastrear hasta qué punto nuestros valores pudieran ser reciclados, sin traicionar los ideales cívicos, en clave ecológica.