La educación está en crisis. Esta es una afirmación recurrente en todas partes, que enfoca la mirada en la calidad de los profesores y en el hecho si el currículum es o no el adecuado. Los profesores culpan al sistema y el sistema a los profesores. Pero parece ser que el problema es más profundo de lo que imaginamos. Los colegios, como los conocemos hoy, nacen en la segunda mitad del siglo XIX para responder a una sociedad industrial que requería operarios útiles, pero no necesariamente personas pensantes que pudiesen desafiar los sistemas. Por eso el curriculum desde un comienzo se enfoca en la necesidad de enseñar a leer, escribir y matemáticas. Es por eso que desde la Educación Imaginativa, que parte de la base que para que haya aprendizaje hay que enganchar las emociones y la imaginación de quienes están aprendiendo, nace este programa llamado Aprendizaje en Profundidad. Tenemos que lograr no solo emocionar a nuestros niños, sino también lograr que se enamoren del conocimiento mismo y que descubran que aprender puede ser fascinante, en la medida que les interese lo que aprenden. Ese amor nace del conocimiento mismo. El conocimiento es adictivo y en la medida que se conoce más de algo, más se quiere saber de eso, ya que recién se comienza a entender y todas las piezas comienzan a encajar. Solo con el conocimiento real viene la humildad; quien mucho sabe de algo, tiene certeza plena que hay tanto más por saber. Solo quien sabe poco, cree que conoce todo.
"Buen material"