Los premios Altazor cumplen una década, y han sido y son una oportunidad para observar transversalmente el trabajo artístico nacional. Lo que hay detrás de estos premios es más que una ceremonia de premiación y de entrega de una escultura que diseñó con genialidad el escultor Sergio Castillo. Detrás de Altazor hay un trabajo continuo y perseverante. Y una multitud de personas que durante diez años han construido a punta de inspiración el patrimonio artístico chileno. El carácter singular del Premio Altazor es reunir a todas las expresiones artísticas en un mismo espacio. La premiación de Altazor junta, cruza y pone en común lo que a veces no parece razonable unir: folcloristas, compositores doctos y populares, poetas, novelistas, ensayistas, directores, guionistas, músicos alternativos, ilustradores, grabadores, cantautores, bailarinas y bailarines, escultores, solistas instrumentales y rockeros, dramaturgos, pintores, diseñadores gráfcos, audiovisualistas, actrices y actores, coreógrafos e instaladores. El resultado es esta fábrica de objetos imaginados por centenares y miles de creadores que hacen de su ofcio el arte, sin apellido. Son las obras, los productos creativos que llegan a las audiencias. Esa es la razón de la procedencia del Premio Altazor, y quienes le han dado vida son las sociedades de autores y artistas que reúnen a miles de creadores chilenos, para hacer una demostración del capital creativo que año a año se va agregando, como una riqueza primordial de nuestro país. El Premio Altazor es hoy, indispensable. Un abrazo a todos los artistas de Chile, un abrazo al talento, a la lucha por crear y al emprendimiento artístico.