La adolescencia, una etapa de cambios en la que la persona está en continua búsqueda de su identidad, nos ofrece una gran gama de conductas y situaciones, que los adultos denominamos constantemente problemáticas y que, sin embargo, no pretenden ser más que el reflejo de las necesidades y demandas de un proceso del que todos, sin excepción, hemos participado: convertirnos en hombres o mujeres "diferentes e independientes". Se han vertido ríos de tinta hablando de las bondades del deporte y de lo beneficioso que éste resulta en cualquier etapa de nuestra vida. Como es lógico, no vamos a decir lo contrario, pero sí tenemos la necesidad de abordar qué concepto de deporte es el que reporta esos beneficios, en qué momento y lugar, qué exigencias de formación de quienes guían este deporte y qué objetivo se persigue a la hora de su práctica. Para que el deporte funcione realmente como facilitador de un proceso saludable por el que se desenvuelva el adolescente en su desarrollo psicosocial, no puede tratarse como "una alternativa a... ", sino como un hábito de vida asentado y adquirido desde los primeros meses de vida. Si durante la infancia, la familia, como pilar fundamental en la educación del futuro adolescente, no ha conseguido tal propósito, resultará muy complicado que este deporte cumpla con sus objetivos o expectativas.