Allá fueron los valienteslos más aguerridos poetas que generación alguna vio correr jamásen la brevísima historia de los hombres. A Chicago. Aquél lugar donde la gaviota no rebasa en su vuelo la altura de los grandes edificios con ventanas de cadmio y cristalla ciudad frigiala considerada por todos los atletas por sus anchas y profundas callesla temida por el FBI y el Consorcio de Transportistas del Esteallá fuerondisciplinados, tercos, felices, con las cantimploras llenas del agua que revitaliza al sediento y aparta al mediocre y confunde a toda sociedad cervantina.